Me resultaba rarísimo que por ningún lado de la publicidad de esta adaptación de los Enrique IV shakesperianos a cargo de Andrés Lima apareciera Campanadas a medianoche, la celebérrima adaptación de Orson Welles de las mismas obras y en clave parecida, con el propio Welles haciendo del Falstff más memorable que hayan visto los tiempos. Pues no, se ve que a estas alturas se da por hecho que nadie ve pelis en blanco y negro y que se pueden borrar pistas obvias sin temor a ser descubiertos; otra posibilidad más benevolente es que la referencia sea tan obvia que el adaptador considere inútil explicitarla.
En cualquier caso el montaje del Centro Dramático Nacional me pareció muy brillante, ameno, muchas veces apasionante, algo largo, pero yo es que sabía como terminaba: mis hijos se tragaron las más de tres horas de la representación sin rechistar, una representación y unas actuaciones que se pueden sacar a pasear por el mundo de los festivales internacionales sin ruborizarse frente a los brillantísimos montajes que hemos visto por estos pagos en los últimos tiempos, que Shakespeare es infinito y aguanta (casi) todo lo que le echen, incluso versiones de animalario.
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