viernes, 1 de abril de 2011

Pequeñas perversiones sin importancia



En el mediometraje central de Les rendez-vous de Paris vemos a una pareja que se recorre todos los parques parisinos. Si muy al comienzo podemos pensar que estamos asistiendo al típico recambio de chico, por el que la protagonista se prepara a cambiar a su novio formal por un nuevo partenaire, al tercer encuentro todos tenemos claro (salvo el panoli del acompañante, significativamente un profesor) que la chica necesita a su caballero andante para que le dé algo de vidilla y vivir así feliz con su chico, con ese plus picante que le da el enamorado de pega. La cosa se viene abajo en cuanto ella decide dar un paso más allá en su casta relación y propone un fin de semana en un hotel. Lo que el profe tontorrón cree el compromiso definitivo acaba siendo la tumba de su relación, y su dama le tiene que explicar que su posición estructural es completamente secundaria, mero sostén fantasmático de su vida libidinal, y con el terremoto que la echa abajo él desaparece para siempre (como la protagonista es francesa, resulta completamente verosímil que sea tan consciente del verdadero armazón de su vida emocional, y más en un film de Rohmer, donde los protagonistas parece que se buscan parejas para poder relatarse en el espejo sus cuitas amorosas).




Les rendez-vous de Paris pone al día (un día secularizado) la estructura medieval del servicio a la dama, ese relato tan raro del caballero que elegía a una mujer que no era la suya para rendirle incondicional pleitesía. Dado lo sabios que eran los medievales, cabe imaginar que esta estructura corresponde a cierta constelación femenina del deseo, por el que existe un sujeto deseante que permanece inaccesible, una figura más o menos mítica (o más bien imaginaria) que sin embargo sirve para sostener la posibilidad de que, en el plano de la "realidad", una relación sea posible, de la misma manera que hablamos de la estructura masculina de La edad de la inocencia, por el que el sujeto masculino accede al encuentro con el sexo a través del campo devastado que ha dejado la desaparición del (o la imposibilidad de acceder al) objeto de deseo absoluto.

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