Aunque parezca inconcebible a mis compañeras de blog, nunca (hasta ayer) me había visto una película de Alexander Kluge, peculiar director alemán que, sobre todo, ha hecho trabajos para la televisión (es más, creo que sigue en la brecha, a sus casi 80 años). Para paliar tamaño agujero en mi curriculum cinéfilo me vi las que deben de ser sus dos películas más conocidas, Trabajo ocasional de una esclava y Artistas ante la carpa de circo: perplejos (Kluge es aficionado a estos títulos irónicos y desconcertantes, que reflejan bien lo que luego se encuentra uno en ellos).
Trabajo ocasional... podría ser los dos primeros episodios de un sitcom familiar. La señora Bronsky se dedica a practicar abortos ilegales para que el cretino de su marido pueda dedicarse a estudiar química sin "venderse" al capital. Además, debe de preocuparse de cuidar a los tres hijos que, misteriosamente (dado el poco deseo que circula en esa casa y el poco -o ningún- sexo que se realiza), ha conseguido engendrar. La cámara los filma con un estilo documental, y una voz en off da un punto distanciado. Tras una rocambolesca disputa con una "colega", la policía se echa encima de la familia, y el marido se presta a ir a la cárcel y evitar problemas. Sorprendentemente, el hombre se mantiene firme, saca a su mujer del lío y, aunque regresa igual de capullo, se pone a trabajar para que su mujer abandone labores tan peligrosas. Ésta decide, junto con una amiga, dedicarse a "labores sociales y políticas" como quien se apunta a clases de pilates. Su bagaje teórico se reduce a canciones de Bretch y películas soviéticas, con abundante inclusión de elementos extradiegéticos en el film. La protagonista se apunta a un demencial safari social en el que políticos locales se pasean por barrios de inmigrantes, y acaba enzarzándose en una batalla por evitar la deslocalización de la fábrica donde trabaja su marido. Por el camino pierde amigas, chantajea a antiguas clientas y se entrega a un periplo que tradicionalmente correspondía al héroe masculino: se mete en laberintos, desciende a cavernas infernales, realiza un viaje para descubrir la verdad (uno desearía que aprovechase el viaje a Portugal para echar un polvo con alguno de los trabajadores franceses que la miran con deseo en un bar de carretera, pero a la chica sólo se le ocurre sentir nostalgia de su hogar). Tal vez de ahí venga el título, como una referencia irónica a los trabajos de Hércules. Un cartel nos avisa de que la deslocalización se ha evitado, pro no por la labor de las investigadoras. El film se cierra con una secuencia bastante sarcástica que no cuento.
Artistas... participa de una coña parecida (hay un chiste sobre el famoso dictum de Adorno -amigo de Kluge- sobre la poesía y Auswitch, que aquí es qué circo se puede hacer después de los campos), tras imégenes de archivo con celebraciones nazis y algunas historias rocambolescas de artistas cirquenses (probablemente inventadas), la película se centra en una mujer que quiere montar un circo de vanguardia, tiene entrevistas de una seriedad hilarante, tiene un novio que parece un merluzo aunque a veces dice cosas interesantes y acaba embarcada, desconcertantemente, en el mundo de la televisión, no sé si de manera profética o como reivindicación de un medio en el que Kluge ha acabado mayoritariamente trabajando, dando la espalda al "prestigio" de la pantalla grande.
2 comentarios:
He visto "Una mujer sin historia" y "Trabajo ocasional de una esclava", que francamente me gustan, ah, y "Ferdinand el radical". Después, como me pasa con los Straub, me topo con películas más áridas que no sé por dónde pillarlas.
Yo repetiré en unos meses, ahora que disponible mucho Kluge en dvd, pero como plato único... pues eso, como los Straub
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