martes, 30 de agosto de 2011

Vírgenes en la vorágine



A Griffith le debía de gustar tanto filmar a Lilian Gish que en Orphans of the storm la duplicó, con lo que pudo mandar a sus dos personajes a recorrer peligros paralelos aunque en direcciones opuestas: si la huérfana número uno "asciende" socialmente para ser violada en una orgía aristocrática, la número dos cae en manos de una bruja que habita en el submundo y que la obliga a cantar en público para pedir limosna, obvia metonimia de una prostitución forzada.


Las huérfanas tienen admiradores algo (o bastante) débiles, incapaces de impedir que ambas acaben encerradas. Situada en la época de la Revolución francesa, Griffith filma los movimientos de masas como una pulsión erótica descomunal, una espiral de fuerzas ante la que hasta el director está a punto de sucumbir, fascinado por esa sexualidad desatada, lo que le lleva a llenar el film de rótulos intimidatorios acerca de los peligros de tanto desorden, cuyo primer y principal destinatario parece ser él mismo.


En este caos desenfrenado emerge una figura paterna que arrancará a las protagonistas del abismo en el que se encuentran y que para estupor del espectador resulta ser Danton, cayéndole a Roberpierre el trago de ser el padre perverso: en una significativa escena, cuando Danton acude a ayudar a Henriette/Lilian Gish, Robespierre le amonesta cínicamente comentándole que las mujeres serán su perdición, señalándole de esa manera a la huérfana como potencial objeto de deseo. Si bien el film anota el deseo de Danton, éste encarnará ejemplarmente su papel paterno: mientras que Robespierre se entrega al goce sádico-perverso de cortarle la cabeza a la joven, Danton salvará su vida no para quedársela para sí, sino para entregársela a su prometido, renunciando a sus inclinaciones incestuosas. Por otro lado, la necesaria revolución social que lleva a cabo permite que la otra huérfana, Louise, pueda ser reconocida por su madre, a quién los prejuicios aristocráticos habían arrancado de su lado.


Si la resolución de sus desmelenadísimos conflictos folletinescos resulta un pelín decepcionante, la película permanece inolvidable por la emergencia de los sublimes rostros de las Gish en medio de uno de las mayores vorágines orgiásticas que el cine se ha podido permitir rodar en su historia.

4 comentarios:

Fernando R. Genovés dijo...

Ocurre que Griffith es, junto a Ford, Kurosawa y David Lean, quien mejor ha sabido combinar en el cine la épica y la lírica. Y no sé si me dejo algún nombre notable a este respecto.

Además de esta extraordinaria película con las "dos Lilian", recuerdo con delectación "Las dos tormentas" (como se denominó en España), ese otro trepidante filme de Griffith, en el que, nuevamente, la virginal (y sencillamente maravillosa) Lilian Gish vive bajo la vorágine.

Salucines

Mario Salazar dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Mario Salazar dijo...

Muy interesante éste cine primerizo, que tenga a Robespierre y Danton lo hace muy atrayente, particularmente siempre me ha gustado la historia universal y que se contextualice en la revolución francesa lo hace bastante seductor, pero que Danton a pesar de todo haga de "héroe" me crea bastante curiosidad. Lilian Gish viviendo hasta los 99 años es toda una reliquia del cine, me gustará investigar más de ella, gracias por la recomendación. Un abrazo.

Mario.

abbascontadas dijo...

La épica es un género más difícil de lo que parece, o que requiere más talento del que se suele suponer, no hay más que ver los inanes resultados de las aparatosas producciones que se permiten los chinos, con cientos de miles de millones de extras, a los que el invitado de honor, el aliento épico, deja tirados en el momento del rodaje.
Me apunto Las dos tormentas para mi próxima excursión griffithiana, que me gusta dejar un poco de tiempo entre obras de los mismos autores, por respetar el ritmo de creación.