Una madre muere al comienzo de la película y resucita cuatro meses después en forma de dragón postmoderno (una especie de araña alienígena gigante) que asola una pequeña comunidad: ¿es una excrecencia placentaria de la que el hijo único no se atreve a desprenderse, aterrado ante el mundo adulto que le espera, o es la cosa materna aniquiladora que regresa para impedir que el hijo idolatrado conozca el goce con otro objeto de deseo? ¿O es que la revenant tiene que tomar cartas en el asunto ante el espectáculo de un padre que, con la excusa de las inevitables responsabilidades comunitarias, es incapaz de afrontar las responsabilidades de la figura paterna?
Las tres hipótesis son correctas porque Super 8 es un festín narrativo en el que se reivindica el cine como la forma discursiva estrella de nuestro tiempo, donde cabe de todo, desde los temas tradicionales del relato iniciático de la princesa y el dragón o Romeo y Julieta (aunque, signo de los tiempos, aquí es Julieta la que asalta el balcón, o la ventana, del chico ) hasta variaciones ado de la famosa escena del casting de Naomi Watts en Muholland Drive.
En la escena más hermosa del film, el protagonista "acaricia" el rostro de la chica que le gusta con la excusa de maquillarla para una escena de terror. El cine es aquí el mediador simbólico que permite al joven adolescente acercarse a su objeto de deseo sin quedar desintegrado por la intensidad del contacto, un relato previo que le guía en su aproximación a la experiencia sexual. No es extraño que este perfecto artilugio de bricolaje narrativo postmoderno reivindique finalmente la historia más antigua que ha conocido la humanidad, el Ur-text de toda la narrativa universal, la princesa que es raptada por un dragón y rescatada por un caballero.
Sería deseable que el tándem Abrams/Spielberg redimiese al cine norteamericano del desierto que ha dejado la siniestra pareja Bay/Bruckheimer, veremos que nos depara el futuro.
3 comentarios:
Me gusta bastante "Super 8", bellísima reseña además.
Relacionaría Super 8 con La mort rouge (igual que Inglorius basterds podría ser un remake bélico de Arrebato) por lo que supone de descubrimiento del lado sublime/siniestro del mundo a través de la mirada cinematográfica.
Buena manera de dinamitar, nada gratuitamente, compartimentos que algunos pretenden estancos.
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