viernes, 11 de diciembre de 2009

Engachado a Chabon


" El rabino Heskel Shoilman es una montaña deforme, un postre gigante en ruinas, una casa de dibujos animados con las ventanas cerradas a cal y canto y el grifo del fregadero abierto. Lo armó torpemente un niño, una banda de niños, huérfanos ciegos que nunca habían visto un hombre en su vida. Pegaron la masa de cocinar de sus brazos y piernas a la masa de cocinar de su cuerpo y luego le encajaron la cabeza encima de todo."

De Michael Chabon no había leído más que las primeras páginas de su novela más conocida, Las asombrosas aventuras de Kavalier y Clay, y no recuerdo por qué dejé de leerla (la verdad es que casi nunca termino los libros que empiezo). No sabía mucho del autor, ni siquiera que era tan atractivo, ni tampoco de El sindicato de policía Yiddish, su última obra publicada entre nosotros, por Mondadori (como es habitual desde Las asombrosas...) y traducida con la pericia habitual por el infatigable Javier Calvo, que debe de tener el monopolio de la literatura norteamericana contemporánea y aún tiene tiempo de publicar una abundante obra propia que no he leído.


Pues fue abrir esta novela y quedarme pegado a ella, y este comentario lo escribo en un descanso de mi lectura compulsiva, cuando ya se me echa encima la decepción de ver el final y percibir el adelgazamiento que inevitablemente sufren las novelas negras cuando se ven obligadas a ir cerrando las vías narrativas que han abierto.

El libro es una novela negra, como digo, y bastante ortidoxa en su desarrollo y con un respeto curioso a los arquetipos del género, empezando por el protagonista, un detective cuya vida personal se ha hundido a raíz de su divorcio y que intenta mantener un resto de ética a base de alcohol y desesperación. La trama está muy bien trazada y Chabon se dedica a dibujar un fino entramado de simetrías y ecos para demostrar que es un escritor serio pero que no se impone al lector.

Y el truco del libro (que yo desconocía antes de empezar a leerlo) está en que todo transcurre en una ucronía, un tiempo y espacio realista pero fruto de unos leves cambios en la Historia (bueno, no tan leves, sobre todo para los judíos) tras la Segunda Guerra Mundial. Como uno de los placeres del libro es ir descubriendo los paralelismos entre este mundo ligeramente desplazado y el que nos aparece todos los días en el Telediario detengo el comentario aquí.

2 comentarios:

Sire dijo...

Hacia tiempo que queria ponerme con este libro porque "Las aventuras de Kavalier..." me encantó, asi que despues de leerte, me lo pillaré. Chabon es estupendo.

Pasate a votar la decada :-))

saludos

abbascontadas dijo...

Estoy al final y me decepciona un poco la necesidad de convertir el libro en una parábola sobre la paranoia post 11-S, pero me han quedado bastantes ganas de retomar a Chabon en unos meses.

Y estoy comprobando las fechas de las pelis para asegurarme de que son de esta década, porque acabo de descubrir que L'humanité y Comme je me suis disputé no valen, pero ya la tengo casi perfilada.

Saludos!