sábado, 26 de abril de 2008

84, Charing Cross Road (1)


Susana me había hablado de este libro, del que yo desconocía existencia y contenido, y descubrió que era el libro ideal para regalarme el 23 de abril. Como ya doy por supuesto que soy el último hombre sobre la tierra que ha tenido noticias de él, me ahorro resumen para evitar las habituales críticas sobre la extensión de los artículos de este blog, y divido en varias entradas el comentario, para ir hablando de los temas que me han llamado la atención.
Al margen de pequeños suspenses del tipo ¿encontrarán una edición completa de las cartas del Cardenal Newman? el principal aunque soterrado elemento narrativo que atraviesa esta sucesión de cartas es: ¿Viajará Helene a Londres para conocer la librería y (sobre todo) a Frank Doel? Pues ya es obvio cuando has leído una tercera parte del libro que la querida señorita Hanff se va a buscar todas las excusas del mundo para NO ir a Inglaterra. La primera impresión que tenía es que Helene Hanff se hace una idea de Marks & Co como la encarnación del paraíso en la tierra, y no quería estropear esa imagen con su confrontación con el referente real. Pero el caso es que finalmente sí viaja a Londres, y además a menudo, pero cuando ya ha muerto su corresponsal en la librería, Frank Doel, verdadero héroe del libro, con lo que cambia la perspectiva: Helene no quiere encontrarse en persona con Frank, con el que ya tiene una ritualizada e intensa relación epistolar (la mujer de Frank le confiesa a Helene lo celosa que le ponían sus cartas).
Mientras que conocemos la vida familiar de todos los empleados de la librería, la vida sentimental de Helene es un misterio: nunca habla de maridos, ni novios, ni compañeras de piso. Nadie parece asociado a su intimidad, aunque es obvio que no es una persona solitaria, puesto que recibe abundante correspondencia de un nutrido grupo de amistades que parecen apreciarla realmente, hasta el punto de que se toman la molestia de pasar por el 84 de Charing Cross para que Helene pueda vivir vicariamente esa experiencia.

6 comentarios:

Susana dijo...

Es evidente, como se cuenta al final del libro, que 84 Charing Cross Road es un libro para bibliófilos. Y que se tiene que regalar a amigos también bibliófilos (aunque cada uno experimente su bibliofilia de diferente manera). Lo que más me gustó cuando lo leí es el entusiasmo desbordante que muestra H.H. por todos los libros que le pide a Frank, la emoción de tenerlos en casa, "sentados" a su lado, en su estantería, la valoración que hace tanto de los textos como de los autores, de las ediciones, y de los libros fisicamente. Me daba igual conocer o no todas las obras citadas o sólo un diez por ciento, pero era capaz de imaginarme como la propia Helene Hunff encerrada en un cuarto lleno de polvo y de libros con una chaqueta de lana raida, bebiendo café o te sin parar o paseando por Central Park con una edición de bolsillo de Orgullo y Prejuicio o con una Vulgata aunque no sepa latín. En cuanto a la relación epistolar con Frank, y puesto que es una historia real, yo nunca me la imaginé como una historia de amor, ni siquiera como un intercambio de emociones de dos seres solitarios. Para mi es más una especie de aventura, la fascinación de tener una relación a través de la que se pueden compartir muchísimas cosas con alguien a quien nunca vas a ver pero con quien te unen sentimientos difíciles de compartir con nadie más. En este caso, relacionados con la literatura. Aquí habría que apuntar, además, la fascinación de una americana por todo lo relacionado con, en el fondo, la madre patria Inglaterra, como punto de referencia de tantas cosas.

Descubrí el libro en el 2003 (es la fecha que tiene anotado el ejemplar que hay en mi casa) y poco después viajé a Londres. Sabía perfectamente que la librería ya no existía (desapareción en los años 70, unos años antes de que la propia Helene visitara las islas por primera vez)y aún así recorrí Charing Cross Road. La calle sigue estando llena de librerías de segunda mano, con estanterías de madera hasta el techo, llenas de polvo y de olor a papel viejo, libros de saldo en la puerta, pero ninguna me hizo sentir que podía ser la librería de Marks&Co, y creo que esa es otra de las cosas fantásticas de este libro, que cada uno recrea su propia librería como "encarnación del paraiso en la tierra".

abbascontadas dijo...

Hay dos cosas que resultan obvias, la primera es que Marks & Co era una librería exactamente igual a todas las que la rodeaban, y a las que viste en Charing Cross; y que el hecho de que la conozcamos a través de los ojos de Helene Hanff (que, al igual que nosotros, no llegó a conocerla)la transforma en un lugar mítico, literalmente fuera del tiempo y del espacio, a lo que ayuda el que ya no exista, y no se haya transformado en, por ejemplo, el club donde tocaban los Beatles al comienzo de su carrera, o algo así. Realmente es un misterio apasionante como un lugar (o, habitualmente, una persona) se convierte en el centro del universo. Generalmente es fruto del azar (aquí Helene se tropieza con un anuncio, decide escribir, que la correspondencia se prolongue es casi un milagro). A mí me gusta pensar en el lugar que estas cartas ocupan en la vida de los protagonistas. Para Helen resulta casi obvio que son una especie de ritual privado, al margen de su vida cotidiana, pero que es lo que la sostiene, por así decir: tanto la correspondencia como los libros. Por el tipo de lecturas que le gustan, es obvio que no tiene a nadie con quien comentarlas. Por otro lado, muchas de sus cartas están escritas con el (in)consciente propósito de seducir al interlocutor (sus alardes acerca de detallados conocimientos de algunos pasajes en Donne, o en Pepys, o en Walton, están escritos manifiestamente para deslumbrar a Frank). Con respecto a Frank, poco más sabemos que el comentario de su mujer sobre el placer con el que leía las cartas de Helene. Se muestra reservado casi hasta la parodia, nunca muestra el más mínimo asombro por los peculiares conocimientos de su interlocutora norteamericana, pero por las molestias que se toma, está claro que también esas cartas son importantes en su vida. Aunque no se pueda considerar una historia de amor, creo que es clave que sean un hombre y una mujer los que se escriban. Imaginemos que sean dos hombres o dos mujeres. Sería distinto. De alguna manera sientes que viven una aventura inocua pero estimulante.
Un aspecto algo inquietante para reflexionar: la cprrespondencia es mucho más intensa al principio, cuando Helene inunda de regalos la librería; decae en el momento en que se levanta el racionamiento y ya no es necesario que mande huevos ni medias.

Los Piris dijo...

Bueno, vuestras parrafadas son estupendas pero he de confesar que no sé ni lo que es 84 Charing Cross Road ni nunca lo he leído ni oído nada de él. Espero que podáis curarme de mi ignorancia sin humillarme demasiado.

abbascontadas dijo...

Estás de enhorabuena, Mercedes! Es un libro que te puedes leer en dos viajes en metro. Yo lo conozco desde la semana pasada, o sea, que estamos casi empatados

Los Piris dijo...

Pues estaba con el ánimo de leer algo que me elevara por encima de las historias del intelecto y he empezado el celebérrimo (en su día, años 60 del siglo pasado) ensayo "El mono desnudo", de Desmond Morris, un tratado antropológico-zoológico del ser humano como especie. Por lo que he leido hasta ahora, la tesis de la que parte es que somos más instintivos que racionales, y debemos obrar en consecuencia para ser felices, en lugar de torturarnos con disquisiciones metafísicas. A ver qué tal está.

abbascontadas dijo...

!Qué cosas lees, Mercedes! Y luego te metes conmigo. Las disquisiciones metafísicas son fuente de placer y felicidad perenne. El instinto es un mecanismo de regulación de energía hiperracionalista, pero dudo que esté pensado para hacer feliz a nada ni a nadie. Por otro lado, sólo los hombres podemos ser felices, pensar que los rinocerontes o las arañas lo son es absurdo. Lo propio del ser humano es el deseo (o la pulsión, en un estado previo), y no el instinto. El deseo no se configura de acuerdo con parámetros racionales, ni siquiera realistas. De ahí los grandes constructos sociales de represión para hacer viable la existencia de tantos deseos juntos. Pero bueno, aplica las recetas del bueno de Desmond y ya nos contarás si tu vida mejora.