Cuando mi hijo mayor tenía dos años compramos El maquinista de la General en vhs, y durante varias semanas se la veía todos los días, con lo yo prácticamente me la aprendí de memoria. Un par de veces he estado tentado de llevármelo a verla, ahora que es mayor, y es improbable que la recuerde. Volví a verla hace dos o tres años en Cannes, a raíz de su remasterización para su lanzamiento en dvd, con orquesta en directo interpretando la banda sonora que un superprestigioso compositor japonés había creado para la ocasión, aunque a mí me gustaba más la música que recordaba de mi vieja cinta, pero sirva esto para concitar la envidia de mis lectores.
Pasan la peli en el Caixa Fórum este martes, en el ciclo que dedican a Chaplin, en programa doble con El gran dictador. En realidad, esto viene a cuento, aparte de que tal vez alguien igual no ha visto esta obra maestra total, para contar que esta película tiene mi gag "romántico" favorito de la historia del cine, cuando Keaton ha rescatado chica y locomotora (o locomotora y, de rebote, chica) y van huyendo de las huestes norteñas, y él anda echando troncos compulsivamente en el fogón. La chica coge una pequeña astilla, y la echa toda hacendosa al fuego. Keaton se queda parado, con ese rostro donde cabía toda la estupefacción del mundo, mirándola, y le entrega una astilla todavía más pequeña, que ella toda orgullosa arroja al fuego, momento en que él la agarra del cuello, para estrangularla, hasta que acerca su rostro para besarla.
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