Como consecuencia de que Melús me hubiera dejado tirado para la comida cambiándome por la Bernal, me subí a pegar la hebra con Mercedes a su despacho, y a cambiar los dos platos y postre de rigor por una manzana, una cerveza y una magdalena, con la idea de saltarme el almuerzo y así cumplir antes las cuatro horas de jornada laboral que se consideran el mínimo para que se contabilice. En esto que Mercedes contó que se había comprado varios libros de una de sus autoras favoritas, Margaret Millar, de la que un servidor no sabía nada y cuyo nombre le sonaba lejanamente de haberlo leído en un artículo que glosaba la aparición de una colección de novela negra, extremo este que mi compi confirmó.
Y como iba al fnac a ver la presentación del trailer de Javier, y llegué pronto, me acerqué a la sección de libros de bolsillo a ver si lo encontraba. Dado que mis últimas cuatrocientas experiencias en ese sitio se pueden resumir en:
A) búsqueda infructuosa en anaqueles de un libro o un dvd
B) consulta a algún dependiente al respecto
C) búsqueda en el ordenador con ineluctable resultado de agotamiento de las existencias
no tenía ninguna esperanza de tomarme con el ejemplar en cuestión. Pero es obvio que los hados hoy estaban de mi lado, porque he encontrado sin demasiadas dificultades (vamos, que estaba en la letra que le correspondía) Un extraño en mi tumba, el libro que me había sido recomendado.
Mercedes me ha dicho que ponga aquí mis hipótesis acerca del malo, y no me ha dado tiempo a decirle que mi fórmula es sencilla: aquel que encarne en el relato la ley será el malo. No es una regla infalible (salvo para cuando sea un traidor: en ese caso será alguien que encarne la posición del padre el que sea un farsante), pero no suele fallar.
1 comentario:
Reglas no escritas de la novela combativa
Pues algo hay en Un extraño... acerca de eso que dices de la ley y los que la encarnan. Pero no quiero desvelar nada de esta novela tan magistralmente entretejida.
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