domingo, 12 de diciembre de 2010

Madres incestuosas


Si bien uno piensa inmediatamente en Hitchcock cuando se habla de madres invasoras, apabullantes, aniquiladoras y todo lo que se quiera, esa figura femenina no aparece en el momento en que el cine clásico norteamericano se resquebraja para dar lugar a las escrituras modernas en los años 50. El cine clásico también las conoce, por supuesto. Lo que más bien desaparece en el cine de la modernidad es la figura masculina del padre/héroe, aquel que frena, o se hace cargo de la pulsión de la madre.


Río Grande es un ejemplo perfecto de relato de filiación simbólica, y de las enormes tensiones emocionales que anidan en la estructura familiar. Nada de rollos de serenidad fordiana. El protagonista es un Teniente Coronel que, tras la Guerra de Secesión, comanda un destacamente de caballería en una región fronteriza azotada por los indios. Un día, entre los reclutas, aparece su hijo, al que hace muchos años que no ve, ya que se separó de su mujer 15 años atrás (a raíz de un acontecimiento que daría para mucho juego teórico que dejaré para otro día).

A continuación aparece en el campamento la madre, una Maureen O'Hara espectacular, que es inverosímil que sea la madre de ese joven, al que apenas lleva una docena de años, pero ahí radica una de las genialidades del film: la Sra. Yorke comparece como quedó fijada en el inconsciente de Teniente Yorke en el momento de su separación, como ese objeto de deseo perennemente fascinante. Mientras que el héroe anota toda la erosión del paso del tiempo y de los duros trabajos acometidos, la mujer luce absolutamente resplandeciente (en el campamento todo el mundo parece reconocerla, a pesar de los muchos años pasados).



La madre, por supuesto, viene a llevarse a ese hijo que considera que le pertenece. Asistimos, así, a dos secuencias asombrosas: una en que lleva a cabo una escena pasmosa de seducción incestuosa con el hijo (que se le resiste), y a continuación otra en la que propone un intercambio de cuerpos al padre: ella se llevará a aquél que considera de su propiedad (pues la madre siempre piensa que el hijo es una prolongación de su cuerpo), y pondrá el suyo a disposición sexual del padre (pues, a pesar de los años de separación, el deseo todavía circula entre la pareja: ¿qué otra cosa que el deseo de la madre puede guiar al hijo hasta el padre?).

Si bien John Wayne reconoce que la oferta es muy tentadora, también sabe que aceptarla supondría la aniquilación del hijo. Ese rechazo provoca la furia desatada de la madre. ¿Cómo? Justo en este instante entran en escena los indios como pulsión arrasadora. La comunidad civil es evacuada de la zona, y en ese momento es atacada. Significativamente, los indios sólo se llevan a los niños, a los que trasladan a un espacio "prohibido", el lado "inaccesible" del Río Grande del título, que marca una frontera que está vetada para la caballería (o sea, para el padre y la Ley que representa), y -del otro lado- para los mexicanos, pero que, en el relato, puede ser atravesada por esos indios que están del lado de la pulsión materna.



La labor del hijo será, por descontado, adentrarse en ese espacio para llevar a cabo la tarea encomendada por el padre y que le acreditará como digna encarnación de su Nombre. Hay que decir, sin embargo, que ese espacio indio/materno está lejos de ser (exclusivamente) aniquilador o diabólico. Todo lo contrario. Ese territorio se enuncia en el film como explícitamente sagrado (en un sentido, curiosamente, próximo a Bataille): los niños son guardados en una iglesia, y será a esa iglesia adonde tendrá que acceder el hijo para rescatarlos. Obviamnete, el padre sostendrá en la distancia esa labor (y tendrá que pagar su precio por ello, un flechazo muy similar al que el mismo héroe, ya más cansado y todavía más solitario, recibirá unos años después en The searchers, película que radicaliza varios presupuestos aquí presentes), pero a la postre la labor la realizará solo (con un par de ayudantes).



Aunque esta entrada ya me ha quedado muy larga y pretenciosa, no quiero dejar de señalar la quiebra de esta estructura narrativa en los 60: en muchos casos, el hijo acaba destruido, y como ejemplo pondré esa obra maestra impresionante de Otto Preminger que es In harm's way, con una historia similar, en la que el hijo es completamente arrasado en su confrontación con la prueba de lo Real.





2 comentarios:

Jesús Cortés dijo...

De pretenciosa, nada.
Es una de las menos afamadas películas de Ford y mi favorita de esa trilogía de la caballería donde siempre figura en último lugar para casi todo el mundo.

abbascontadas dijo...

Pues no debe de tener mucha fama, porque hacía décadas que no la veía, pero habrá que achacarlo a la inveterada pereza de la crítica, tan reacia a remover opiniones asentadas, aunque en el caso de Ford creo que el prestigio enorme que le ha caído encima es lo que hace, paradójicamente, que sus películas se hayan hecho invisibles.

En cualquier caso Río Grande me ha parecido impresionante, y espero que alguien se anime a recuperarla también.