lunes, 16 de mayo de 2011

La Gracia está de moda



Un cineasta como Dumont sólo es posible en Francia. Después de ganar un par de premios especiales del jurado el director ha decidido presentar Hors Satan en Un certain regard. o la dirección del festival ha decidido privilegiar otro tipo de cine francés (por cierto, que las limitadas Polisse y The artist han arrasado entre la crítica francesa).


En el cine de Dumont sólo existen la Gracia y las pulsiones, no hay ningún discurso que permita a sus personajes una integración social. Cielo e infierno, sin el hábitat social del purgatorio. Sus películas, en consecuencia, sólo conocen los milagros y las violaciones. La descomposición del cristianismo da lugar a la pervivencia de ritos demenciales y a una religiosidad primitiva. El protagonista, el ángel de la guarda de la protagonista de Hadewijch aparece aquí como querubín que guarda las puertas del paraíso para que la protagonista no huya de allí, esto es, procura que no acceda al conocimiento del bien y del mal, o sea, de la diferencia sexual, conocimiento que parece horrorizar al director. Para ello, como un ángel terrible de Rilke, no se detiene ante nada.

El grueso de la pelçicula consiste en el deambular de la pareja protagonista por los parajes agrestes de la geografía habitual de Dumont, una naturaleza que mantiene los jirones de su belleza primigenia pero que ya petenece al mundo de la Caída: siempre hay algún elemento que la ensucia, el barro, una calva de tierra, una alambrada, o simplemente ese muro mínimo como el cabecero de una cama que es lo único que el héroe de la película necesita para trazar su hogar, de la misma manera que, aparte de los bocadillos que le ofrecen, parece que se alimenta de la luz. Ángel psicótico y autista, parece amar y comprender todo, pero la violencia extrema no está exckuida de su comportamiento; chamán exorcista, el encuentro sexual en su descarnada variante dumontiana puede ser un método tan válido como otro cualquiera para ahuyentar espíritus demoníacos.


Film a ratos de extrema belleza, hipnótico si uno entra en su mundo, siembra dudas sobre las derivas a las que se entrega Dumont, siempre empeñado en filmar ese espacio inhabitable donde la castración simbólica no ha tenido lugar, y donde no ha tenido lugar el advenimiento de la palabra, y sin embargo està habitado por lo sagrado en su más violento esplendor.



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