Ayer ponían una de Guediguian en Un certain regard, y entré por los pelos, una sala con más de mil butacas, abarrotada. Como era el pase de gala, Thierry Fremaux salió a presentar y saludó a los vips que habían acudido a la proyección, entre los que destacaba Nanni Moretti (lo que me pareció un detalle elegante por su parte, y según me contaron aplaudió a rabiar la película). El equipo salío al escenario a decir unas palabras, y luego vimos una película marsellesa de Guediguian, en la que vemos a sus actores un poco (o un mucho, porque hacía tiempo que no veía nada suyo) más viejos y más vulnerables. Al marsellés se le sigue dando bien filmarlos, como se le dan bien los rituales sociales en vía de desaparicón de la también en desguace clase trabajadora. Las nieves del Kilimanjaro es desconcertantemente optimista, tiene una estructura de fábula en la que el mundo de los protagonistas se derrumba a causa de la intrusión de la violencia en su vida, y acaban superando el impasse gracias a la generosidad y la solidaridad de clase.
Por la mañana se ha pasado The artist, de Michel Kazanavicius, director del que no tenía noticias hasta la fecha, pero que debe ser alguien asentado en la industria porque ha contado con una producción más que holgada para reconstruir el período del paso del cine mudo al sonoro. Estoy rodeado de gente a la que le ha encantado, pero a mí me ha parecido una miniatura esteticista en la que nada se salía del tiesto, pero carente de vida. Nada en la pantalla apuntaba a ninguna pasión por el cine mudo, que se convierte en una escusa para algunos gags algo obvios. La película no es que estuviera lejos de las tensiones que desgarraban los filmes de Chaplin de la época (filmes que no es que jueguen en otra división, sino que directanmente habitan otro planeta, inalcanzable para el amigo Hazanavicius), es que ni roza la pasión por la imagen de directores contemporáneos como Tarantino, que también trabaja con los Weinstein. La estructura melodramática me parece demasiado simple, y como comedia carece de los suficientes gags contundentes.
Bonnello se ha traído Recuerdos de la casa cerrada, sobre la vida en un burdel de lujo (más o menos) de principios de siglo (de siglo XX). La cámara se pasea entre las jóvenes que aprenden a ser lánguidas porque es lo que se lleva entre sus refinados clientes, y porque está claro que se aburren un montón. Cínicas y panolis, abundan en supersticiones y delirios románticos. A Bonnello le encanta filmarlas entre las paredes del burdel, un tanto axfisiante con esos cortinajes, espejos y terciopelos que se gasta el lujo, pero algo no acaba de surgir. No está mal y no termina de enganchar. En cualquier caso, la posibilidad de que un distribuidor español la compre es de una entre un millón.
Mañana aterrizan Malick, Dumont, y una copia restaurada del Viaje a la luna, de Melies.
1 comentario:
Cuantas cosas de golpe y que interesantes! Gracias por narrar tu visión del festival
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