jueves, 20 de mayo de 2010

Comedias



Le pedí a Frears que me describiera las diferencias entre la comedia clásica y la contemporánes (se mostró algo ácido a la hora de considerar el film de Woody Allen como una comedia contemporánea), y me dijo que no, que no sabría hacerlo, con lo cual me chafó la entrevista, que yo esperaba una plácida exposición de diferencias narrativas o estructurales.

Así que las describiré yo en algún momento del festival, cuando disponga de un poco de tiempo. Por el camino voy a trazar ciertos paralelismos entre pelis muy diferentes, La Reina de África y Kaboom (la de Araki). Las dos parten de la desaparición de la figura patriarcal (el padre del protagonista en Kaboom, el hermano misionero de Hepburn en la película de Huston), que reaparece posteriormente en una vertiente siniestro-apocalíptica (el padre como oscuro factotum de la secta en Araki, los alemanes en La Reina).


Entre medias, ese espacio sin ley sirve para que los protagonistas se entreguen al goce conmpulsivamente, en Kaboom transitando por todos los cuerpos a mano, en Huston en la estricta monogamia que imponen las restricciones del planteamiento argumental del film (en ese sentido, otra película que puede ser asociada a La Reina de África es Copie conforme, que también se juega principalmente en los rostros de los protagonistas). Pero no hay duda acerca de la furia con la Bogart y Hepburn se entregan al descubrimiento del goce (inscito en el film mediante esa sucesión de aguas torenciales que siempre están a punto de destruir ese barco extremadamente frágil). En ese sentido, se puede leer el famoso gag en el que Katherine Hepburn arroja por la borda toda la ginebra almacenada en la embarcación no como la respuesta puritana de una abstemia al espectáculo deplorable de una resaca, sino como la limpieza de todo obstáculo que una mujer deseante lleva a cabo en orden a obtener unas excelentes prestaciones sexuales de quien ha decidido que sea su pareja.

Aunque, como contaba ayer, el gran momento cómico del film llega al final, cuando nuevamente la Ley hace su aparición, pero en su versión demoníaca (los alemanes hacen su aparición arrasando un poblado para secuestrar a sus habitantes). Sin embargo, cuando los alemanes están a punto de colgar a la pareja protagonista, Bogart exige al capitán que abandone su papel de padre siniestro y devorador y encarne el papel simbólico que le corresponde y les case. Es ese momento en el que se desemascara el carácter fraudulento de su posición cuando estalla el barco-universo alemás, dejándonos el conocimiento de que más subversivo que desafiar la Ley es exigir que sus representantes estén a la altura de su cometido.

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