Por influjo de Susana me leo la columna de Muñoz Molina cada sábado en el Babelia. Hace poco reseñaba la nueva traducción del Herzog de su admirado Bellow que Círculo de lectores acababa de publicar, que no es la que tengo yo, pero que para animarme a leerlo me sirvió igual. En mi adolescencia de ratón de biblioteca me leí algún libro suyo sacado de la extraña bilioteca que la embajada de Estados Unidos tenía cerca de Colón, y hace unos meses me volví a acercar a él para leerme El planeta de Mr Sammler, un superviviente del ancien regime que asiste al apocalipsis social y cultural de los setenta aferrado a su Eckhart (tan de moda hoy, quién lo iba a decir). Herzog es un libro manifiestamente autobiográfico que rezuma rencor casi en cada letra, lo que lo hace algo antipático de leer, y al que la sabiduría del autor casi le perjudica. Aunque casi por decoro Bellow/Herzog se empeña en denigrarse también a sí mismo, está claro que considera culpable del fracaso de su segundo matrimonio a todo el universo (aunque reconoce el lado paranoico de esta impresión). Al igual que el Fima de Amos Oz, estamos ante un escritor compulsivo de cartas (mentales) que ve hundirse su vida en los cincuenta, que se ve que es una característica judía. A mí estos naufragios de intelecuales pusilánimes no acaban de convencerme, pero siempre me tropiezo con algún párrafo que me anima a seguir.
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