viernes, 31 de octubre de 2008

La ventana, de Carlos Sorín




Un anciano testarudo se despierta el día en que su hijo, al que hace años que no habla, va a ir a visitarlo a la hacienda venida a menos, pero todavía importante, en la que reposa convaleciente de un infarto. Ha tenido un sueño en el que se le ha aparecido un indefinible rostro femenino que pertenece a su pasado más remoto, una aparición angelical que intuimos en seguida que tiene que ver con la muerte. Es cuidado con devoción filial por dos mujeres, que también han aprendido a mangonearlo sin problemas, por lo que imaginamos que llevan tiempo con él.

La ventana filma con cuidado todos los rituales cotidianos de ese día, a través de los cuales adivinamos la biografía de los personajes, y Sorín se pasa al 35 mm. para darle más importancia a la imagen (en la película se mide con cuidado el cambio de la luz a lo largo del día). Todos son conscientes de la proximidad de la muerte, pero perpetúan sus hábitos, como si esa fuera la única manera de preservar la dignidad.
Esta versión minimalista de La muerte de Ivan Ilich tiene una de sus grandes bazas en Antonio Larreta, escritor y guionista que encarna estupendamente al hacendado moribundo (y también escritor), y que en la rueda de prensa contó con mucha gracia como Sorín le quitó su guión a mitad de rodaje, y que luego en la entrevista que dio a Paz Sufrategui (para Versión española) confesó por primera vez que todavía está molesto con Delibes porque nunca hizo ninguna mención a los guionistas de Los santos inocentes.
Al igual que Jeanne Moreau en Plus tard... Larreta pone en escena su muerte (la de su personaje, claro), y siempre me pregunto como se sienten al tener que interpretar lo que saben que les acontecerá en no mucho tiempo.

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