El día amaneció lluvioso y me cayó una tromba de agua según salía del apartamento donde estamos; llegué al Palais calado, así que me esperaba na proyección bastante incómoda, y todo el mundo estaba más o menos igual, así que el aire era un poco sofocante en la inmensa sala del festival. Alguien puede decir que a cuento de qué me pongo a narrar estas pequeñas vicisitudes personales, que lo consideren un homenaje a Sebald, o algo por el estilo, además, Boyero también lo hace y le pagan un pastón por ello (me gustaría saber si ya ha publicado el artículo que guarda siempre para el día que no va al cine contando el inmenso sufrimiento que es pasarse diez día en un festival de cine).
Como a mí El piano no me gustó, no tenía especial interés en verme Bright star, que cuenta la historia de amor que Keats vivió con la hija de su casera. Poner en pantalla a un poeta tiene sus riesgos, y Campion parece tan preocupada en evitarlos que de tan contenida la película le sale bastante sosa, en mi humilde opinión (que es la misma que la de Conchita, nuestra maravillosa compañera de Radio Nacional). Hasta un poco de kitsch romántico se echa en falta entre estos dos personajes inteligentes y sensibles que viven un amor de adolescentes (bueno, de adolescentes de otra época, que no de la nuestra). La directora tiene muy buena mano para retratar los rituales domésticos y cotidianos, Keats parece alguien capaz de escribir los versos que escribió, resulta verosímil los sentimientos que surgen entre los protagonistas, pero a la postre uno sale bastante indiferente: como describía muy bien Conchita, uno no sale con ganas de ir corriendo a comprar un libro de Keats.
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