Contra la promesa que me hago siempre de no ir al cine nunca a las diez de la noche, ayer decidí acercarme a ver Ne change rien, documental que Pedro Costa se ha traído a la Quincena, la sección más guay del festival, dicho hasta por Coppola, que la ha inaugurado. Charles dice que todo ha sido para tirarme el rollo con mi currículum de rarezas, y por supuesto que es así. Y antes de seguir, contar que la sección tiene una cabecera preciosa, con una sucesión de fotos de películas que se han pasado allí, acompañadas de una bonita música al piano y del nombre de los directoras, cabecera que se renueva (o incrementa) cada año, y que en la de éste ya tiene un plano de El canto de los pájaros.
Ne change rien sigue a Jeanne Balibar, esa actriz de rostro peculiar que interpreta siempre a perturbadas (o que le da siempre un toque de locura a sus personajes), a lo largo de sus actuaciones, ensayos y clases de canto. Como está rodada por Costa, todo son planos fijos, de un magnético blanco y negro, que duran una eternidad. Una vez pasada la primera media hora, en la que media sala se piró sin contemplaciones, entras en el juego y aquello acaba resultando hipnótico, y los que nos quedamos aplaudimos a rabiar al terminar. La Balibar resulta diferente aquí que en sus películas, y como mi mujer toca la guitarra me hizo gracia ver los mismos problemas a los que ella se enfrenta en los ensayos reflejados en la pantalla.
Leí un comentario muy inteligente de Pedro Costa referente a que el lujo, para él, es el tiempo; sabido es que graba cientos de horas para sus películas con un equipo mínimo durante todo el tiempo que haga falta. Este film no se estrenará en salas, no ha costado casi nada, dará la vuelta al mundo en todo tipo de festivales y ciclos, y es una prueba de que otro cine es posible. Y debí de asistir a la única ocasión en que se reunirán cientos de personas para verlo.
Esto fue anoche, y como esta mañana en la sección oficial pasaban una de Audiard, del que ninguna película que haya visto me ha gustado, he repetido en la Quincena con Hong Sang Soo, que cuando era producido por Marin Karmitz iba a la sección oficial. La historia es completamente reconocible: un director de cine de (más o menos) reconido prestigio pero de escaso éxito va de jurado a un Festival de cine de provincias, donde lidiará con un discípulo aventajado, una actriz porno de ínfulas intelectuales y más fauna más o menos excéntrica. Aquí el pasado se presenta a través de un antiguo conocido y se reactualiza con la voz en off. Como siempre en el cine de nuestro coreano favorito, el director resultará un panoli que no está a la altura de las demandas (sobre todo femeninas) que se le hacen, acabando más desconcertado de lo que empezó.
La película es un díptico, la segunda historia es prácticamente la misma en otro entorno: unos días después va a una escuela de cine de una isla a dar una conferencia, con resultados parecidamente desastrosos y otra vuelta al pasado. La película es melancólica y divertidísima. Aunque Sang Soo sigue filmando a sus personajes en grupos, ha abandonado el refinamiento visual de antaño, optando por un estilo muy sixtie de reencuadres con zoom y un aspecto más ligero (o desmañado) en la puesta en escena (creo que ya lo tenía en su anterior película, que no vi).
2 comentarios:
¡Qué ganas de Costa y Hong! Creo que la de Costa se pasará en Madrid en junio, en el DocumentaMadrid, que le dedica una retrospectiva completa.
Lo de los zooms de Hong creo recordar que viene de Tale of cinema, donde ya me sorprendió mucho ese cambio de estilo, que después, en Woman on the beach, se suavizó un poco, porque era una película "de playa", más abierta. La siguiente, Night and day, aún no he podido verla, pero espero que se solucione pronto.
Gracias por las crónicas!!
Seguro que está en el ciclo, que he visto que anuncian en la filmo (yo sigo sin ver En avant jeunsse, no sé adonde vamos a llegar).
Resulta que no he visto ninguna de las últimas de Sang Soo, me quedé en La mujer es el porvenir del hombre, hay que ver como pasa el tiempo.
Gracias por los ánimos, y un saludo.
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