A esta película hispano-uruguaya debo el haber pisado por primera vez la sala de la Semana de la crítica, una sección algo desdibujada entre el poderío de las oficiales y el prestigio de la Quincena. También la sala es la peor de todas, y también estaba abarrotada. Ya he comentado alguna vez que lo bueno de este festival (y en general de todos) es que las salas están abarrotadas y la proyección de una película se convierte como antaño en un hecho comunitario, algo en lo que participa una colectividad, experiencia casi perdida en las salas comerciales salvo que uno se vaya a ver Lobezno el día de su estreno. También es cierto que cuando uno está agobiado por el calor y no para de escuchar teléfonos móviles añora las sesiones casi individuales a las que está habituado, pero ya se sabe que el ser humano no se conforma nunca con nada. En cualquier caso la experiencia de ver Looking for Eric en una sala con más de dos mil personas entregadas a la película sería muy diferente en el caso de que hubiera tenido lugar en un minicine casi vacío.
Tras estas disertaciones paso a hablar de esta película hispano-uruguaya basada en un cuento de Onetti y que tiene lugar, por tanto, en una Santa María bastante currada en cuanto a diseño, un pueblo detenido en el tiempo y de adscripción histórica difusa (por, supuesto, ni hay móviles ni ordenadores, ni siquiera televisores, pero da la impresión de tener lugar en la actualidad). Me la habían descrito como “una peli pequeña”, concepto difuso que imagino que se refiere al presupuesto y a lo que se pueden gastar en promoción. Yo esperaba cierto pobreterío en la puesta en escena, planos largos o cámaras al hombro, este tipo de cosas. Mal día para pescar es bastante estilizada visualmente, está rodada en un cuidado scope y el guión ha sido trabajado incluso demasiado. Hay travellings, grúas, escenas con un montón de figurantes, muchas localizaciones, una iluminación archiprofesional. Pero es verdad que da la impresión de ser una película pequeña (una buena película pequeña, en todo caso), tal vez por el aire de cine de serie B que despide, por ese ceñirse el guión a la historia y cierta eficacia narrativa en el uso del suspense. Mal día para pescar pertenece a esa digna clase media cinematográfica que está desapareciendo, polarizada como se va quedando la industria entre blockbusters y cine de autor subvencionado para su circulación en los circuitos estatales (festivales, filmotecas, fundaciones, museos) cada vez con más presencia entre el público ilustrado.
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