Mientras decido si veo una versión restaurada de Pierrot le Fou y Mother, de Bon Jon Joo (me equivoco en alguna letra, seguro), o cambio alguna por la de Brillante Mendoza, voy a contar alguna que otra curiosidad del funcionamiento de este festival casi militar. Las acreditaciones están muy jerarquizadas, las de prensa son rosas, azules y amarillas (las del proletario). Yo siempre he tenido una amarilla hasta esta año, que me han ascendido a azul. Aún así, cualquiera de prensa vale más que una de mercado, por la que yo paso al Palais por delante de importantes distribuidores, por ejemplo. Cada color tiene su cola.
Aquí no hay público general en los pases de las películas de la Sección Oficial, lo que le da un aire un poco raro a las proyecciones (La semana de la crítica y la quincena son secciones al margen del festival oficial, y sí tienen público). Contra la idea popular de que esto está lleno de intelectuales marcianos que se pirran por las películas incomprensibles y los planos de media hora, lo que priva es cierto hooliganismo y una educación discutible: por ejemplo, en el pase de Bright Star escuché al menos el timbre de diez teléfonos móviles, y alguno más de una vez.
En la entrada al Palais te pasan un detector de metales como en los aeropuertos; lo que ha desaparecido es la costumbre de abrirte el bolso, pero a cambio se ha adquirido el extraño procedimiento de echar mano a la zona donde suena el pitido, así que para mi embarazo (a mí que me incomoda la excesiva cercanía de extraños) educadísimas señoritos se lanzan sin rubor a agarrar los bolsillos de los pantalones para sonreírte y decir que han comprobado que sólo llevo monedas o el móvil.
Aquí la alfombre roja importante es la de la tarde, a las siete y media, cuando desfila Nicole Kidman y Brad Pitt y Gerard Depardieu (y Almodóvar; Amenánbar y Coixet han de conformarse con la alfombra de las diez y media de la noche). Sobre todo el fin de semana la gente se arremolina alrededor de la alfombra roja y hace guardias de horas para conservar el mejor puesto. La Croisette parece el Retiro los fines de semana, lleno a rebosar de familias paseando y todo tipo de tirititeros.
Con el paso del tiempo la gente del festival te va conociendo: los agentes de prensa, los responsables de la sala de clips, algún camarero (nota para Alberto: hoy me ha saludado, tras reconocerme, el camarero español del bar donde desayunábamos el año pasado). Contra lo que podría pensarse, los programas de cine españoles que venimos habitualmente a los festivales estamos bastante bien vistos (el plus, TV3 y TVE), nosotros contamos con la inmensa ventaja de ser la nacional, tener informativos diarios; siempre somos los primeros en las nominaciones; hasta la Campion me la ofrecieron sin que tuviera que pedirla, y lo mismo Ang Lee.
Y como acabo de entrevistar a Jane Campion, lo cuento en la siguiente entrada.
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