Pues si, me he comprado una Thermomix, ¿y qué? Estoy harta de las miraditas de reojo, las medias sonrisas y los comentarios del tipo de que somos (¡¿quiénes?!) una secta, de que me cansaré enseguida, de que si además de cocinar va a limpiar el polvo, de que si las recetas son artificiales ... y desde luego no admito lo de que en la época de los romanos, cuando no existían internet, ni la telefonía móvil ni mucho menos la thermomix, hacían el pan amasandolo a mano. ¡Pues claro que si! Y no hay que irse tan lejos: mis abuelas también amasaban el pan a mano y después lo cocían en un horno de leña. Claro que además lavaban la ropa a mano, en el río, y desde luego los platos, con agua calentada en el fuego de la chimenea, porque cuando tenían mi edad no había llegado el agua caliente corriente a su pueblo. Eso fué posterior, en los sesenta, cuando también descubrieron que existía la olla express, la lavadora y el panadero. Lo que quiero decir es que mi Thermomix no es un capricho, ni soy una ingenua por haberla comprado, que no va a enseñarme a cocinar porque ya sé y que su función principal es ahorrarme tiempo. Todavía no he oído a nadie quejarse porque su lavavajillas le lave los cubiertos ni lamentarse de que su ropa quedaría más blanca frotándola con los puños y un cepillo. Con este chisme los pasos en la cocina se reducen (pesa, pica, sofríe, cuece y tritura todo en uno) pero hay que seguir aplicando la intuición, la lógica y las leyes físicas, como en todo. Además, es increiblemente limpio y al terminar lo único que hay que fregar es el recipiente donde se hace todo. Por no hablar de que se programa y te vas, no hay que estar vigilando lo que se cocina durante horas. Claro que aún así habrá quien dirá que la única forma de comer lentejas es cocinarlas a fuego lento removiéndolas durante dos horas y media.
domingo, 5 de octubre de 2008
THERMOMIX
Pues si, me he comprado una Thermomix, ¿y qué? Estoy harta de las miraditas de reojo, las medias sonrisas y los comentarios del tipo de que somos (¡¿quiénes?!) una secta, de que me cansaré enseguida, de que si además de cocinar va a limpiar el polvo, de que si las recetas son artificiales ... y desde luego no admito lo de que en la época de los romanos, cuando no existían internet, ni la telefonía móvil ni mucho menos la thermomix, hacían el pan amasandolo a mano. ¡Pues claro que si! Y no hay que irse tan lejos: mis abuelas también amasaban el pan a mano y después lo cocían en un horno de leña. Claro que además lavaban la ropa a mano, en el río, y desde luego los platos, con agua calentada en el fuego de la chimenea, porque cuando tenían mi edad no había llegado el agua caliente corriente a su pueblo. Eso fué posterior, en los sesenta, cuando también descubrieron que existía la olla express, la lavadora y el panadero. Lo que quiero decir es que mi Thermomix no es un capricho, ni soy una ingenua por haberla comprado, que no va a enseñarme a cocinar porque ya sé y que su función principal es ahorrarme tiempo. Todavía no he oído a nadie quejarse porque su lavavajillas le lave los cubiertos ni lamentarse de que su ropa quedaría más blanca frotándola con los puños y un cepillo. Con este chisme los pasos en la cocina se reducen (pesa, pica, sofríe, cuece y tritura todo en uno) pero hay que seguir aplicando la intuición, la lógica y las leyes físicas, como en todo. Además, es increiblemente limpio y al terminar lo único que hay que fregar es el recipiente donde se hace todo. Por no hablar de que se programa y te vas, no hay que estar vigilando lo que se cocina durante horas. Claro que aún así habrá quien dirá que la única forma de comer lentejas es cocinarlas a fuego lento removiéndolas durante dos horas y media.
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2 comentarios:
Todos esos comentarios supuestamente ingeniosos pero abrumadoramente triviales no pueden ser fruto más que de la más mezquina de las envidias. Ahora que tienes una termomix deberías depurar tu círculo de amistades y eliminar pesos muertos e inercias del pasado.
No te preocupes Susana, lo que pasa es que a los que sabemos cocinar nos encanta ponernos elitistas con nuestras cositas.
En realidad, todo aquel que cree que domina un cierto campo (y no digamos el que se cree un 'connaiseur') disfruta de restregar en la cara de los demás sus conocimientos o habilidades. Y si no, acuérdate de aquella cena en San Sebastián cuando El Rellenapáginas (¡se ha bautizado él mismo, ojo!) hizo mofa y befa de que nuestro compañero Gonzalo llamara 'caldos' a los vinos.
¡Cómo nos burlamos de la erudicción de los demás cuando no coincide con la nuestra propia! Y por tanto, en una continuación lógica, la burla para con la ignorancia ajena sólo es pareja a la indulgencia que mostramos ante nuestras propias lagunas y defectos.
En definitiva: ¡más humildad, menos figurar y más magdalenas -de termomiss o a manubrio-!
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