Ayer 1 de noviembre intenté acercarme a ver Persépolis con mi hija, misión que se mostró complicada, ya que tanto el Ideal como el Renoir mostraban nutridísimas colas (bueno, el Plaza de España ni siquiera eso, todas las salas estaban completas). El caso es que ya en el Festival de Cannes intenté, por tres veces, ver la peli, y en ningún caso lo conseguí (aunque entrevisté a los directores, que son la autora del cómic y su novio). En revancha me leí los cuatro volúmenes del cómic, lo que inició una frenética inmersión en el mundo de los volúmenes ilustrados que dio como resultado el conocimiento de la obra de Joan Sfarr (el gato del rabino) y de Marjane Satrapi (Persépolis y Pollo con Ciruelas), y el convencimiento de que si a estas alturas sé tan poco del mundo del cómic es porque no me interesa demasiado, a pesar de los consejos de Mercedes.
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