Todos los problemas del mundo se concentraron la mañana que más interés tenía por terminar pronto, ya que a las cuantro tenía la oposición para informador. De entrada, el camión con el material de iluminación no aparecía. Temí que tuviera una dirección equivocada y que estuviese rumbo a Hoyo de Manzanares, donde se había retransmitido otra misa recientemente, pero no: simplemente se había averiado y estaban, en el momento en que llamé a la empresa, mudando las cosas a otro camión. Éste llegó, pero quienes no aparecían por ningún lado eran los tres operadores de luminotecnia que nos estaban asignados. Y no aparecieron. Entre el el encargado (Carlos Coroas), el iluminador (Esteban Mayoral), el grupista (Zacarías) y el conductor del camión y el mozo auxiliar se arregló el entuerto (más o menos), pero ya llevábamos un considerable retraso, y teníamos que grabar una entrevista. El jefe técnico de la unidad (la B-14, un deshecho prácticamente) no era el que la opera habitualmente; y dado que con la nueva política de personal no tenemos derecho a un control de cámaras, tiene que ser él el que ejerza las funciones. Pues bien, era incapaz incluso de abrirlas. Finalmente hubo que operar con el diafragma en automático. Esteban montó en cólera, y Armando lo secundó (ambos se han quejado repetidamente de que no se disponga de un control en condiciones, en lo que estoy de acuerdo con ellos). La intercomunicación no funcionaba, había problemas con la rotulación. Empezamos a grabar la entrevista casi a la una, cuando los invitados llevaban sentados desde las once. Tras grabarla, Armando decidió repetirla; al pareecer hubo un problema con los rótulos. Esta segunda vez salió bien, pero Armando quiso meter un inserto y la chica de vídeo debió de tocar algo y se cargó la grabación, así que nos tocó repetir una tercera vez el reportaje. A las dos, hora a la que habitualmente estamos ya todos en casa, teníamos que empezar a montar el operativo para la retransmisión, y recoger el de la entrevista. Menos mal que el coro se había ido. Al final, a las tres, dije que me tenía que ir. Al poco llamé al conductor y me confirmó que todo se había terminado.
2 comentarios:
¿Por qué es todo tan difícil?
No sé qué pasa últimamente que todo es arduo, trabajoso, nuevo como si empezaras de cero. Quizá es algún "karma" maligno que destila la mala disposición en general, el cabreo de unos y de otros por ver cómo los mimbres de la empresa se van deshaciendo. Más sentimientos: indecisión ante la nueva reestructuración de los departamentos, añoranza y/o envidia de los compañeros pre-jubilados, impotencia ante los tejemanejes y restricciones económicas...
¡Todo el mundo está de mal humor, todo el mundo se quiere ir! Y a los que acabamos de entrar nos desmoralizan esas palmaditas en la espalda que dicen "pobrecitos, lo que os espera, porque esto va a peor!"
Sí, es tremendo el ambiente con el que se trabaja. Con el sentimiento (real o figurado) de maltrato que tiene la gente respecto a los usos de la nueva corporación, ésta se agarra a los jirones de privilegios que todavía logra mantener, y te puede hacer la vida imposible porque no hay nadie que tire un cable o mueva una cosa. Y el problema es que son pataletas contra una dirección a la que esto no le importa nada; es más (como solemos comentar cuando hablamos, como personajes de El Castillo, de las posibles intenciones de la corporación), seguramente estos comportamientos reafirman sus prejuicios contra el personal de la tele, y estén deseando externalizar todo lo externalizable (o sea, toda la técnica). Y aún así, debemos de vivir mejor que en la intemperie de la empresa privada, dada la avalancha de opositores que caen sobre la tele cada vez que hay oposiciones.
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