martes, 6 de mayo de 2008

El cielo protector



El cielo protector fue la primera novela que publicó Paul Bowles, cuando ya tenía casi cuarenta años y una afianzada carrera en el mundo de la música. Cuenta el viaje de un matrimonio en crisis por el África pre-postcolonial, un poco antes de que estalle la guerra en Argelia, cuando ya se estaba descomponiendo el control que Francia tenía sobre sus colonias africanas (aunque no tienen nada que ver, en Charing Cross también se hace referencia a los infructuosos esfuerzos que hicieron los británicos por mantener su imperio tras la Segunda Guerra Mundial, hasta que los Estados Unidos y la Unión Soviética dijeron basta con la crisis del Canal de Suez). Siempre se ha leído en clave biográfica, aunque Bowles insiste en el carácter ficcional del libro. En cualquier caso, a estas alturas todo el mundo sabe que si los Bowles (una pareja que en los noventa se convirtió en superventas en España) no compartían cama se debía a la homosexualidad de ambos, conocimiento que probablemente estorbe para el disfrute de la novela. En ella, Port es una especie de existencialista norteamericano que busca en el desierto una especie de redención de alguna culpa ignota, mientras que su mujer, Kit, es una histérica que vive atrapada en el miedo al mundo que le rodea. Ambos parecen buscar un camino que les permita acceder al otro, camino que se ha borrado con el paso del tiempo, a pesar de ninguno pueda vivir sin el otro. Por razones no del todo claras (probablemente para no estar juntos a solas todo el rato), les acompaña Turner, un cantamañanas a la par que depredador sexual, fascinado con la pareja, que adquirirá cierta dignidad al final, mientras que una pareja de australianos con la que el trío se cruza constantemente, madre e hijo, representan una parodia del turista occidental; insoportables, su figura se irá tiñendo progresivamente de un carácter bastante siniestro.
La lectura que más me gusta es la de que el libro es una variación moderna del génesis, en la que una pareja comete una falta (¿no saber amarse?¿penetrar en un terreno prohibido-el desierto-?y es castigada en consecuencia, la muerte para él, la locura para ella. El libro tiene muchas virtudes, empezando por que se nota que no está escrito por un (en ese momento) escritor profesional, por lo que se permite lujos como cargarse al prota cuando queda un cuarto de relato (lo más conocido), lo que hace que la parte final (la locura de ella) sea bastante aburrida, ralentizar o evacuar la acción, y ser sorprendentemente adolescente en muchas apreciaciones. El dibujo de tipos es estupendo (esos oficiales franceses perdidos en oscuros fuertes en medio de la nada) y el triunfo total se consigue al retratar la otreidad: esos impenetrables árabes (o negros, al final) que aparecen en los momentos más insospechados, inescrutables, con los que sólo es posible, en algunos casos, un simulacro de comunicación.

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