domingo, 25 de mayo de 2008

Two lovers






James Gray apareció a última hora en la lista de películas de la sección oficial con Two lovers, lo que resultó raro puesto que ya estuvo aquí el año pasado con otro film que pasó con más pena que gloria y cuyo título he olvidado, aunque en España lo acaban de estrenar. Estos Amantes en principio no me interesaban demasiado, pero resulta que la peli gustó a la prensa española (en realidad quiero decir a Alberto y a Nando, que me comentó que había una controversia a propósito de la cinta entre defensores y detractores). Esta mañana podía elegir entre esa (que se va a estrenar en España) y Serbis, la película filipina y marciana que, según rumores de fin de festival, tiene papeletas para llevarse algo (el premio del Jurado, por ejemplo, que ha caído en los últimos años en pelis como Tropical malady o Luz silenciosa), y me decidí por la americana, que podría ponerse al lado de La frontera de la aurora (que debería llevarse el premio a la película más injustamente tratada del festival, pues sin ser el mejor Garrel en su primera hora atesora el cine más hermoso que se ha visto aquí), con la que tiene interesantes ecos: en ambos casos hay un joven cuya promeredora relación con una mujer se ve corroída (a la vez que, en cierta manera, sostenida) por la pasión absoluta que siente por otra, en ambos casos rubia, dado que fue Hitchcock el que sentó cátedra de este triángulo en Vértigo. Tanto Garrel como Gray optan por filmar a ese objeto absoluto como un fantasma (de hecho, es un fantasma en la francesa, mientras que Gray opta por "forzar" la puesta en escena en un par de planos decisivos, en los que Gwynetrh Paltrow emerge en sombras de un arco, otra cita de Vártigo). En ambos casos la morena tiene familia, mientras que de la rubia sólo conocemos amantes (en Two lovers hay un padre en fuera de campo que sólo sabe gritar) También, es cierto, son muy interesantes las divergencias entre ambas películas, especialmente en lo que hace al desenlace. Mientras que Garrel opta por el desenlace a lo Werther, suicidio incluido, aquí nos topamos con una revisitación del mito de La edad de la inocencia ( la formulación literaria más precisa de esta paradoja que tanto le molaba a Freud).



Aunque fríamente acogida por el lobby cahier, que aquí cuenta lo suyo, podría llevarse premio al guión o a los actores, sin que parezca posible que batalle por los gordos. A mí me ha gustado, aunque a ratos me dejaba frío.

No hay comentarios: