Una película de Garrel es así: blanco y negro, un hombre y una mujer se encuentran, comienzan una relación que se deterioara, hay infidelidades, alguno de los dos (o ambos) comienzan un proceso de autodestrucción por mor del alcohol o de las drogas, aparecen nuevas personas en la vida de ambos, salvo que alguno se vaya al otro barrio (generalmente la chica). Da igual la époce en que tenga lugar la película, sus actores visten siempre igual y los interiores parecen siempre pisos de estudiantes. La primeara parte de La frontera de la aurora es preciosa, y uno desearía que la película se acabase ahí, pero Garrel, que básicamente sabe hacer dos cosas (meter a una pareja en un interior haciéndoles dialogar, y trabajar con material autobiográfico, lo que quiere decir mayo del 68 y su relación con Nico) se mete en camisas narrativas de once varas, y lleva el film al campo del fantastique romántico, lo que no le sienta bien a esa distancia que Garrel se empeña en mantener con su material narrativo, probablemente para no volverse loco, y que hace sus películas tan reconocibles. Como siempre, aquí no hay progresión dramática, saltamos de una escena a otra como si fueran saltos mortales, y en cada cambio el espectador tiene que adivinar qué es lo que ha pasado entre medias. Aún con este desenlace fallido, La frontera de la aurora es una de las películas más transitables de Garrel (si se lleva premio hasta es posible que alguien la compre para España), y como queda dicho su primera hora es de lo mejor que se ha visto en este certamen ( y que yo haya visto este año).
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