Ayer ocurrieron dos cosas en Cannes: se pasó Indiana Jones IV y yo no vi ninguna película. La expectación para ver a Harrison Ford disfrazado de aventurero era tremenda, la Croisette estuvo abarrotada de gente todo el díaaber para intentar vislumbrar un asomo de sombrero, uno se tropezaba con adultos que sin rubor iban vestidos a la usanza indianajonesiana y las masas se abalanzaban sobre cualquiera que tuviera al más mínimo indicio de poseer invitaciones (corren verosímiles rumores acerca de explícitas ofertas de prestaciones sexuales a cambio de la posibilidad de ver la película en la sesión de gala). Los que la vieron comentan que es más de lo mismo, lo que a unos les parece bien y a otros les huele a naftalina. Basta ver los clips para saber lo que uno se va a encontrar, y realmente se percibe cierto gusto retro (una peli de aventuras antiWachovsky). Teniendo en cuenta que esta semana se la va a encontrar uno en una de cada dos pantallas de este mundo, no se entiende tanto jaleo (Alberto cuenta que hubo bofetadas para entrar en el pase de prensa).
Tal vez algo menos mediático resulta el hecho de que ayer mis ojos descansaran de celuloide, aunque a cambio me di un paseo hasta Niza para recoger a Cayetana, que venía de Madrid. Las noticias es que venía con una tonelada de vestuario, pero al final apareció con una maleta que ni siquiera había necesitado facturar. El conductor que me llevó me enseñó El paseo de los ingleses de Niza, aprovechando que el vuelo venía con un pelín de retraso, me contó varias anécdotas interesantes sobre su trabajo como chófer (acerca de lo insoportables y despiadados que son con el servicio los miembros de la familia real saudí) y no nos encontramos con ningún problema de tráfico. Cayetana estaba muy guapa (y muy elegante) y simpática. Para más tarde dejaré los problemillas de por la noche, que me voy a ver la de Lisandro Alonso.
No hay comentarios:
Publicar un comentario